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Abril 14, 2025

 
 Dr. Arnaldo F. Tejeiro Fernández

Maestro de epidemiólogos cubanos

Introducción

El pasado 30 de noviembre, a la entrada de nuestro Departamento de Historia de la Salud Pública, se me acercó la Licenciada Maricela Torres Esperón, Secretaria General de la Sección Sindical de nuestra institución, para pedirme seleccionará uno de los grandes pedagogos médicos cubanos, ya fallecidos, para rendirle homenaje el Día del Educador y que yo pronunciara unas palabras sobre tal personalidad. No tuve tiempo de hacer la selección, el doctor Héctor Gómez de Haz, profesor de Higiene y Epidemiología de nuestra Escuela, que estaba a mi lado, contestó al instante por los dos: el doctor Arnaldo F. Tejeiro Fernández.

Y esto, desde luego, no es una opinión ocasional, sino un criterio muy acendrado de ambos, nacido de un largo conocimiento personal del profesor Tejeiro, de haber sido en algunas ocasiones su alumno en el aula y en los cargos desempeñados en el Sistema Nacional de Salud, de haber leído casi toda su obra científica publicada y desde hace ya algunos meses venir recopilando y analizando documentos sobre su vida y obra, a lo que mucho ha contribuido su viuda, la compañera Migdalia Noy Pelaéz, con la finalidad de escribir un artículo valorativo para la Revista Cubana de Salud Pública.

A continuación expondré brevemente una síntesis de nuestro trabajo, pero enfocándolo en esta ocasión desde mis recuerdos personales y de las relaciones de mi familia con el doctor Tejeiro Fernández.

Nacimiento y estudios

En los años convulsos de la década de 1920, precisamente en el que se produjo la revolución estudiantil universitaria liderada por Julio Antonio Mella que dará lugar a una profunda reforma de la enseñanza superior en Cuba, nace Arnaldo Fermín Tejeiro Fernández, el 7 de octubre de 1923, en el poblado de Madruga, cabecera del municipio del mismo nombre, provincia La Habana, como primer hijo del matrimonio formado por Nazario Tejeiro Fernández, obrero ferroviario de grandes inquietudes sociales, natural de Madruga, de ascendencia gallega y de cubanos mambises y María Luisa Fernández Ruano, ama de casa, también natural de Madruga, de viejas raíces familiares en dicha población y de inmigrantes canarios.(1)

Cuando Arnaldo contaba solamente cuatro años de edad, la familia buscando mejoras en su economía se traslada al municipio de Melena del Sur, con el que limitaba al oeste el de Madruga y en el poblado cabecera del mismo nombre se establecen en una casa situada en la entonces calle 5 entre 6 y 8, frente a la de mis abuelos maternos y allí mis padres, entonces novios, se van a encariñar profundamente con Arnaldo y con Ortelio, su hermano de dos años, por lo que cuando yo vengo al mundo, los Tejeiro, que se habían mudado desde 1928 al Central “Merceditas’ de la Compañía Azucarera Gómez Mena, hoy Central Gregorio Arles Mañalich” en el mismo municipio, van a formar parte de mis primeros recuerdos infantiles los que siempre comentaba con Arnaldo muchos años después.

En la Escuela Pública de dicho central azucarero va a estudiar toda la enseñanza primaria y al fundarse en 1937 el Instituto de Segunda Enseñanza de Güines, sin cursar la enseñanza primaria superior, aspira al ingreso preuniversitario para lo que se prepara durante varios meses en el colegio privado de Melena del Sur “La Escuela Nueva”, del doctor Agustín Álvarez Ocete, donde dos años después yo comenzaría mi enseñanza primaria y logra aprobar el examen de ingreso para ser de los estudiantes fundadores de nuestro tan querido Instituto güinero, entonces dirigido por el doctor Francisco Martell Valdés, después profesor de ginecología en la Facultad de Medicina e integrado su claustro entre otros, por profesores tan notables como los doctores Alberto Martell Valdés, también más tarde brillante catedrático universitario; África Fernández Iruela; Amparo Zervigon Castellanos; Oscar Chardiet Sagarduy; Nicolás Herrera Mora; Mario Galo Martínez Rodríguez y Rubén Morales Gárriz.(2)

Por el Plan Varona para la segunda enseñanza compuesto de dieciseis asignaturas a cursar en cuatro años, al que se le había agregado en esa época el Curso de Ampliación, que para los que iban a estudiar carreras de ciencias constaba de cuatro asignaturas: Anatomía y Fisiología, Ampliación de Física y Química, Biología General e Inglés Tecnológico, se graduó Tejeiro de Bachiller en Letras y Ciencias el 15 de julio de 1941.(3)

Los estudios de medicina los va a cursar en la única Facultad de Medicina del país, la de la Universidad de La Habana, por el llamado Plan Vieta, consistente en 38 asignaturas impartidas en siete años, que se iniciaba en ese curso de 1941–1942, por lo que fue de los alumnos que estrenaron el más importante plan de estudios médicos del período de República Burguesa.

Con grandes sacrificios económicos va a vivir, primeramente, en una modesta casa de huéspedes de la calle San Rafael, muy querida por mi familia, a la que se le llamaba la “Casa de Zoila”, como imitación de la famosa “Casa de la Troya” de Santiago de Compostela, inmortalizada por el novelista gallego Alejandro Pérez Lugín, donde lo llevó mi tío materno, entonces estudiante de farmacia, Miguel Ángel García Morejón y en la que también vivieron los después notables médicos salubristas doctores Agustín Lage Saceiro y Daniel Alonso Menéndez.

Sin repetir años ni llevar asignaturas de arrastre, cosa muy frecuente entonces para los estudiantes de escasos recursos económicos, logró aprobar todas las asignaturas de la carrera, 10 de ellas con nota de sobresaliente en: Histología Normal; Embriología; Microscopía y Química Clínica; Enfermedades Tuberculosas; Enfermedades de la Laringe, Oídos y Fosas Nasales; Enfermedades Nerviosas y Mentales; Patología Experimental; Medicina Legal y Toxicología; Ginecología y Patología y Clínica Infantiles, impartidas por profesores tan exigentes, como respectivamente, los doctores Ángel Vieta Barahona, Oscar Nodarse Nodarse, Alfredo Antonetti Vivar, Claudio Basterrechea Ugarte, Rodolfo J. Guiral González, César Fuentes Fernández, Raimundo de Castro Bachiller, Gabriel Casuso Díaz Albertini y Ángel A. Aballí Arellano.

Los ejercicios para el grado de Doctor en Medicina los realizó en el salón de clases de la sala Weiss del Hospital Universitario General Calixto García, ante un tribunal integrado: como presidente por el doctor José J. Centurión Maceo, profesor titular de una de las cátedras de Clínica Médica; como vocal el doctor Rafael Inclán Guas, profesor auxiliar de Clínica Médica y como secretario y oponente el doctor Carlos J. Taboada Millás, profesor agregado de Farmacología. Su tesis trató sobre “Estudio estadístico de la presión arterial promedio en Cuba”, la que puede ser consultada en la biblioteca del Museo de Historia de las Ciencias “Carlos J. Finlay” y que constituye su segundo trabajo sobre materia estadística, en la que llegaría a ser en el futuro una de las figuras más importantes de Cuba. La calificación final fue de Sobresaliente con recomendación por el tribunal de que la tesis fuera publicada, que era la valoración más alta que entonces se daba en dichos ejercicios.(3)
Su primer trabajo sobre estadísticas, él decía que era, el informe que redactó y por el que fue muy felicitado, como enumerador e instructor del censo de población de 1943 en el municipio de Melena del Sur, cargo para el que fue nombrado por mi padre, el profesor Gregorio Delgado Fernández, por el que siempre sintió Tejeiro un gran afecto y admiración.

Se le expidió el título de Doctor en Medicina el 26 de noviembre de 1948.

Primeros años de ejercicio profesional

Junto a la preparación teórica lograda en la Facultad de Medicina, que era a la que en aquella época se podía aspirar en dicha institución docente, Tejeiro adquirió también una sólida práctica médica en la atención primaria, en su trabajo desde el cuarto año de la carrera en diferentes casas de socorro, modelo estatal vigente en Cuba desde 1871, como fueron las situadas entre las calles Corrales y Economía, en la calle San Lázaro, en las barriadas de Casablanca y Los Pinos y en el Dispensario de Profilaxis Venérea de la calle Campanario entre Rastro y Carmen. En el último año de sus estudios logró por concurso, una plaza de alumno externo (cateto) del Hospital Universitario “General Calixto García” con sueldo de $12.00 mensuales.

Estando en la casa de socorro de Corrales y Economía tuvo la oportunidad de practicar cardiología con el conocido especialista doctor Pedro Fojo Hechevarría, que daba consultas en dicha unidad asistencial y cuando había logrado aprobar todas las asignaturas de la carrera y esperaba el momento de presentar su tesis de grado, entre julio y noviembre de 1948, tomó un curso de perfeccionamiento sobre electrocardiografía en el Hospital Universitario, sala Clínica Bajos, con el notable cardiólogo doctor Sergio Álvarez Mena, médico asociado a la cátedra de Patología Médica.

Con esta preparación teórico-práctica, sin influencias políticas ni recursos económicos para iniciar una próspera práctica privada en una ciudad del país y sin deseos de emigrar, comenzó Tejeiro su ejercicio profesional en Santa Cruz de los Pinos, barrio mixto del municipio de San Cristóbal, provincia de Pinar del Río, de algo más de mil habitantes en su núcleo cabecera y sin médico residente en el lugar.

Este pequeño poblado es conocido en la historia de nuestro país por un hecho triste. El 2 de febrero de 1896, a su regreso de Mantua donde culminó la inmortal invasión de Oriente a Occidente del Ejército Libertador, el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales entró en Santa Cruz de los Pinos para abandonarlo al día siguiente. Ese mismo día en horas de la noche el corneta de órdenes del Titán de regreso al pueblo fue asesinado, a causa de una delación, por las tropas de la columna española al mando del Coronel García Navarro, que había entrado en el poblado. Seis días más tarde Santa Cruz era reducida a cenizas por el Capitán Morgado por órdenes del General Maceo.(4)

En este lugar ejerció Tejeiro la profesión durante once años y siempre nos decía que él hizo el servicio médico social rural cuatro veces más tiempo que el que lo habíamos hecho nosotros. El trabajo allí era similar al de las casas de socorro y cuenta en su “Resumen Biográfico” que “en una noche podían sucederse un edema agudo del pulmón, un parto y amanecer con la consulta llena de heridos por un choque de vehículos”(1). En aquella población fue el amigo y consejero de todos sus habitantes y entre sus innumerables intentos fallidos por sobrevivir económicamente estuvieron, trabajar como técnico de laboratorio en la industria lechera en formación San Bernardo, Productos Lácteos S.A. por un año, tratar de fundar con varios médicos una clínica mutualista en San Cristóbal y otra en Pinar del Río y comprar una Farmacia en Santa Cruz, que quebró económicamente en poco tiempo y ninguno de sus amigos en La Habana se explicaba cómo un médico que consultaba, de promedio, más de 30 pacientes al día y con una farmacia no podía levantar capital y Tejeiro les decía que si primero se veía en la obligación moral de no cobrar la consulta, ante la pobreza de muchos de sus pacientes, después se veía en la misma obligación de no cobrar los medicamentos.

La lucha contra la última dictadura del general Fulgencio Batista Zaldívar contó con Tejeiro desde los primeros tiempos de fundado el Movimiento 26 de Julio, después de la salida de la cárcel de los asaltantes a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes y esta labor estuvo en todo momento enmarcada por un inminente peligro de muerte, pues al frente de la unidad militar del municipio de San Cristóbal estaba uno de los más connotados asesinos que padeció el pueblo de Cuba en toda su historia, el Comandante Jacinto García Menocal (hijo), militar de carrera, perteneciente a la más alta aristocracia criolla, sobrino nieto del mayor general Mario García Menocal y verdadero caso psiquiátrico de patología criminal, según la autorizada opinión del profesor Francisco Lancís Sánchez(5).


El último mes de la dictadura batistiana se vería Tejeiro obligado a abandonar con su esposa y sus dos hijos el poblado de Santa Cruz de los Pinos y no regresar hasta el primero de enero de 1959, con la satisfacción de haber cumplido con los más altos deberes patrios, como siempre lo había hecho con sus deberes en la práctica social de la medicina.

Gran figura de la epidemiología cubana

Una de las primeras tareas del gobierno revolucionario en el campo de la salud pública fue la de dar fin a la endemia palúdica, sin duda alguna, de los más graves problemas conocidos del cuadro epidemiológico del país desde el siglo XIX.

Para ello era necesario formar expertos en malariología que se hicieran cargo de llevar a cabo tan importante trabajo epidemiológico. Pero estos especialistas debían ser revolucionarios probados, capaces de realizar para culminar su labor los mayores sacrificios y el doctor Tejeiro tuvo el alto honor de ser seleccionado, por la segunda dirección nacional revolucionaria de salud del país, para ir a Venezuela a formarse como uno de esos especialistas.

En la Escuela de Malariología de la hermana República Sudamericana estuvo de enero a julio de 1960 y durante ese tiempo recibió además cursos de un mes de duración sobre “Organización de la erradicación de paludismo” en la Comisión de Erradicación de Malaria de México, México D.F. y sobre “Resistencia de mosquitos a los insecticidas” en la Comisión de Erradicación de Paludismo en El Salvador, San Salvador.

En los exámenes finales obtuvo Tejeiro calificación de 100 puntos sucesivamente en las siete asignaturas oficiales, para ser considerado no sólo el primer expediente del curso, sino de todos los que se habían impartido en tan prestigiosa Escuela desde su fundación en 1943. El día de su graduación recibiría además de su laureado título la calurosa felicitación de uno de los malariólogos más prestigiosos de América de todos los tiempos, el profesor Arnoldo Gabaldón, director de la Escuela, en aquellos momentos Ministro de Salubridad y Asistencia Social de la República de Venezuela.

De regreso a Cuba, después de recibir no pocas ofertas para desertar, es designado responsable de Erradicación de Paludismo, en la denominada Región ii del País, que comprendía la provincia de Camagüey y la mitad oriental de la de Las Villas. No obstante desarrollar una labor agotadora desde este cargo, con resultados más que satisfactorios, va a desempeñar otros de no menos importancia y dedicación: Director del Centro de Higiene y Epidemiología y Subdirector Provincial de Higiene y Epidemiología de Camagüey.

Por necesidades del desarrollo de la campaña nacional antipalúdica, en enero de 1964 fue trasladado el doctor Tejeiro al cargo de Subdirector Provincial de Higiene y Epidemiología de Oriente Sur y poco después ocupó el de Director Nacional de Erradicación de Paludismo y allí estaba cuando se notificó el último caso de malaria autóctono en el país en 1967 y también en el Salón de Conferencias del Hotel Internacional de San Salvador, El Salvador, la mañana del 9 de noviembre de 1971, cuando el profesor Arnoldo Gabaldón, con su autoridad reconocida internacionalmente, pidió la palabra en sesión plenaria de la i Reunión de Directores de Programas de Erradicación de Paludismo de las Américas para expresar que en vista de que Cuba, como país o república independiente, era el primero que erradicaba la malaria en Latinoamérica, merecía una calurosa felicitación. Puestos de pie los miembros de las delegaciones de más de veinte países presentes ovacionaron a los dos hombres que habían dirigido la campaña nacional en la Isla, los doctores Ramón Martínez Rodríguez y Arnaldo F. Tejeiro Fernández.

De esa forma se llevaba a cabo el primer reconocimiento masivo panamericano que en el período revolucionario de nuestra historia se hacía de un éxito de Cuba en el campo de la salud pública. En el Informe Final de aquel histórico evento, aprobado por unanimidad se lee como primera de veintiuna conclusiones lo siguiente: “Expresar su satisfacción por el hecho de que la República de Cuba ha alcanzado la erradicación de la malaria y felicitar al Gobierno y al Ministerio de Salud Pública de ese país por tan importante éxito”.(1)

 
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