Maestro
de epidemiólogos cubanos
Introducción
El pasado 30 de noviembre, a la entrada de nuestro Departamento
de Historia de la Salud Pública, se me acercó la
Licenciada Maricela Torres Esperón, Secretaria General
de la Sección Sindical de nuestra institución,
para pedirme seleccionará uno de los grandes pedagogos
médicos cubanos, ya fallecidos, para rendirle homenaje
el Día del Educador y que yo pronunciara unas palabras
sobre tal personalidad. No tuve tiempo de hacer la selección,
el doctor Héctor Gómez de Haz, profesor de Higiene
y Epidemiología de nuestra Escuela, que estaba a mi
lado, contestó al instante por los dos: el doctor Arnaldo
F. Tejeiro Fernández.
Y esto, desde luego, no es una opinión ocasional,
sino un criterio muy acendrado de ambos, nacido de un largo
conocimiento personal del profesor Tejeiro, de haber sido en
algunas ocasiones su alumno en el aula y en los cargos desempeñados
en el Sistema Nacional de Salud, de haber leído casi
toda su obra científica publicada y desde hace ya algunos
meses venir recopilando y analizando documentos sobre su vida
y obra, a lo que mucho ha contribuido su viuda, la compañera
Migdalia Noy Pelaéz, con la finalidad de escribir un
artículo valorativo para la Revista Cubana de Salud
Pública.
A continuación expondré brevemente una síntesis
de nuestro trabajo, pero enfocándolo en esta ocasión
desde mis recuerdos personales y de las relaciones de mi familia
con el doctor Tejeiro Fernández.
Nacimiento y estudios
En los años convulsos de la década de 1920,
precisamente en el que se produjo la revolución estudiantil
universitaria liderada por Julio Antonio Mella que dará lugar
a una profunda reforma de la enseñanza superior en Cuba,
nace Arnaldo Fermín Tejeiro Fernández, el 7 de
octubre de 1923, en el poblado de Madruga, cabecera del municipio
del mismo nombre, provincia La Habana, como primer hijo del
matrimonio formado por Nazario Tejeiro Fernández, obrero
ferroviario de grandes inquietudes sociales, natural de Madruga,
de ascendencia gallega y de cubanos mambises y María
Luisa Fernández Ruano, ama de casa, también natural
de Madruga, de viejas raíces familiares en dicha población
y de inmigrantes canarios.(1)
Cuando Arnaldo contaba solamente cuatro años de edad,
la familia buscando mejoras en su economía se traslada
al municipio de Melena del Sur, con el que limitaba al oeste
el de Madruga y en el poblado cabecera del mismo nombre se
establecen en una casa situada en la entonces calle 5 entre
6 y 8, frente a la de mis abuelos maternos y allí mis
padres, entonces novios, se van a encariñar profundamente
con Arnaldo y con Ortelio, su hermano de dos años, por
lo que cuando yo vengo al mundo, los Tejeiro, que se habían
mudado desde 1928 al Central “Merceditas’ de la
Compañía Azucarera Gómez Mena, hoy Central
Gregorio Arles Mañalich” en el mismo municipio,
van a formar parte de mis primeros recuerdos infantiles los
que siempre comentaba con Arnaldo muchos años después.
En la Escuela Pública de dicho central azucarero va
a estudiar toda la enseñanza primaria y al fundarse
en 1937 el Instituto de Segunda Enseñanza de Güines,
sin cursar la enseñanza primaria superior, aspira al
ingreso preuniversitario para lo que se prepara durante varios
meses en el colegio privado de Melena del Sur “La Escuela
Nueva”, del doctor Agustín Álvarez Ocete,
donde dos años después yo comenzaría mi
enseñanza primaria y logra aprobar el examen de ingreso
para ser de los estudiantes fundadores de nuestro tan querido
Instituto güinero, entonces dirigido por el doctor Francisco
Martell Valdés, después profesor de ginecología
en la Facultad de Medicina e integrado su claustro entre otros,
por profesores tan notables como los doctores Alberto Martell
Valdés, también más tarde brillante catedrático
universitario; África Fernández Iruela; Amparo
Zervigon Castellanos; Oscar Chardiet Sagarduy; Nicolás
Herrera Mora; Mario Galo Martínez Rodríguez y
Rubén Morales Gárriz.(2)
Por el Plan Varona para la segunda enseñanza compuesto
de dieciseis asignaturas a cursar en cuatro años, al
que se le había agregado en esa época el Curso
de Ampliación, que para los que iban a estudiar carreras
de ciencias constaba de cuatro asignaturas: Anatomía
y Fisiología, Ampliación de Física y Química,
Biología General e Inglés Tecnológico,
se graduó Tejeiro de Bachiller en Letras y Ciencias
el 15 de julio de 1941.(3)
Los estudios de medicina los va a cursar en la única
Facultad de Medicina del país, la de la Universidad
de La Habana, por el llamado Plan Vieta, consistente en 38
asignaturas impartidas en siete años, que se iniciaba
en ese curso de 1941–1942, por lo que fue de los alumnos
que estrenaron el más importante plan de estudios médicos
del período de República Burguesa.
Con grandes sacrificios económicos va a vivir, primeramente,
en una modesta casa de huéspedes de la calle San Rafael,
muy querida por mi familia, a la que se le llamaba la “Casa
de Zoila”, como imitación de la famosa “Casa
de la Troya” de Santiago de Compostela, inmortalizada
por el novelista gallego Alejandro Pérez Lugín,
donde lo llevó mi tío materno, entonces estudiante
de farmacia, Miguel Ángel García Morejón
y en la que también vivieron los después notables
médicos salubristas doctores Agustín Lage Saceiro
y Daniel Alonso Menéndez.
Sin repetir años ni llevar asignaturas de arrastre,
cosa muy frecuente entonces para los estudiantes de escasos
recursos económicos, logró aprobar todas las
asignaturas de la carrera, 10 de ellas con nota de sobresaliente
en: Histología Normal; Embriología; Microscopía
y Química Clínica; Enfermedades Tuberculosas;
Enfermedades de la Laringe, Oídos y Fosas Nasales; Enfermedades
Nerviosas y Mentales; Patología Experimental; Medicina
Legal y Toxicología; Ginecología y Patología
y Clínica Infantiles, impartidas por profesores tan
exigentes, como respectivamente, los doctores Ángel
Vieta Barahona, Oscar Nodarse Nodarse, Alfredo Antonetti Vivar,
Claudio Basterrechea Ugarte, Rodolfo J. Guiral González,
César Fuentes Fernández, Raimundo de Castro Bachiller,
Gabriel Casuso Díaz Albertini y Ángel A. Aballí Arellano.
Los ejercicios para el grado de Doctor en Medicina los realizó en
el salón de clases de la sala Weiss del Hospital Universitario
General Calixto García, ante un tribunal integrado:
como presidente por el doctor José J. Centurión
Maceo, profesor titular de una de las cátedras de Clínica
Médica; como vocal el doctor Rafael Inclán Guas,
profesor auxiliar de Clínica Médica y como secretario
y oponente el doctor Carlos J. Taboada Millás, profesor
agregado de Farmacología. Su tesis trató sobre “Estudio
estadístico de la presión arterial promedio en
Cuba”, la que puede ser consultada en la biblioteca del
Museo de Historia de las Ciencias “Carlos J. Finlay” y
que constituye su segundo trabajo sobre materia estadística,
en la que llegaría a ser en el futuro una de las figuras
más importantes de Cuba. La calificación final
fue de Sobresaliente con recomendación por el tribunal
de que la tesis fuera publicada, que era la valoración
más alta que entonces se daba en dichos ejercicios.(3)
Su primer trabajo sobre estadísticas, él decía que era,
el informe que redactó y por el que fue muy felicitado, como enumerador
e instructor del censo de población de 1943 en el municipio de Melena
del Sur, cargo para el que fue nombrado por mi padre, el profesor Gregorio
Delgado Fernández, por el que siempre sintió Tejeiro un gran
afecto y admiración.
Se le expidió el título de Doctor en Medicina
el 26 de noviembre de 1948.
Primeros años de ejercicio profesional
Junto a la preparación teórica lograda en la
Facultad de Medicina, que era a la que en aquella época
se podía aspirar en dicha institución docente,
Tejeiro adquirió también una sólida práctica
médica en la atención primaria, en su trabajo
desde el cuarto año de la carrera en diferentes casas
de socorro, modelo estatal vigente en Cuba desde 1871, como
fueron las situadas entre las calles Corrales y Economía,
en la calle San Lázaro, en las barriadas de Casablanca
y Los Pinos y en el Dispensario de Profilaxis Venérea
de la calle Campanario entre Rastro y Carmen. En el último
año de sus estudios logró por concurso, una plaza
de alumno externo (cateto) del Hospital Universitario “General
Calixto García” con sueldo de $12.00 mensuales.
Estando en la casa de socorro de Corrales y Economía
tuvo la oportunidad de practicar cardiología con el
conocido especialista doctor Pedro Fojo Hechevarría,
que daba consultas en dicha unidad asistencial y cuando había
logrado aprobar todas las asignaturas de la carrera y esperaba
el momento de presentar su tesis de grado, entre julio y noviembre
de 1948, tomó un curso de perfeccionamiento sobre electrocardiografía
en el Hospital Universitario, sala Clínica Bajos, con
el notable cardiólogo doctor Sergio Álvarez Mena,
médico asociado a la cátedra de Patología
Médica.
Con esta preparación teórico-práctica,
sin influencias políticas ni recursos económicos
para iniciar una próspera práctica privada en
una ciudad del país y sin deseos de emigrar, comenzó Tejeiro
su ejercicio profesional en Santa Cruz de los Pinos, barrio
mixto del municipio de San Cristóbal, provincia de Pinar
del Río, de algo más de mil habitantes en su
núcleo cabecera y sin médico residente en el
lugar.
Este pequeño poblado es conocido en la historia de
nuestro país por un hecho triste. El 2 de febrero de
1896, a su regreso de Mantua donde culminó la inmortal
invasión de Oriente a Occidente del Ejército
Libertador, el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales
entró en Santa Cruz de los Pinos para abandonarlo al
día siguiente. Ese mismo día en horas de la noche
el corneta de órdenes del Titán de regreso al
pueblo fue asesinado, a causa de una delación, por las
tropas de la columna española al mando del Coronel García
Navarro, que había entrado en el poblado. Seis días
más tarde Santa Cruz era reducida a cenizas por el Capitán
Morgado por órdenes del General Maceo.(4)
En este lugar ejerció Tejeiro la profesión
durante once años y siempre nos decía que él
hizo el servicio médico social rural cuatro veces más
tiempo que el que lo habíamos hecho nosotros. El trabajo
allí era similar al de las casas de socorro y cuenta
en su “Resumen Biográfico” que “en
una noche podían sucederse un edema agudo del pulmón,
un parto y amanecer con la consulta llena de heridos por un
choque de vehículos”(1). En aquella población
fue el amigo y consejero de todos sus habitantes y entre sus
innumerables intentos fallidos por sobrevivir económicamente
estuvieron, trabajar como técnico de laboratorio en
la industria lechera en formación San Bernardo, Productos
Lácteos S.A. por un año, tratar de fundar con
varios médicos una clínica mutualista en San
Cristóbal y otra en Pinar del Río y comprar una
Farmacia en Santa Cruz, que quebró económicamente
en poco tiempo y ninguno de sus amigos en La Habana se explicaba
cómo un médico que consultaba, de promedio, más
de 30 pacientes al día y con una farmacia no podía
levantar capital y Tejeiro les decía que si primero
se veía en la obligación moral de no cobrar la
consulta, ante la pobreza de muchos de sus pacientes, después
se veía en la misma obligación de no cobrar los
medicamentos.
La lucha contra la última dictadura del general Fulgencio
Batista Zaldívar contó con Tejeiro desde los
primeros tiempos de fundado el Movimiento 26 de Julio, después
de la salida de la cárcel de los asaltantes a los Cuarteles
Moncada y Carlos Manuel de Céspedes y esta labor estuvo
en todo momento enmarcada por un inminente peligro de muerte,
pues al frente de la unidad militar del municipio de San Cristóbal
estaba uno de los más connotados asesinos que padeció el
pueblo de Cuba en toda su historia, el Comandante Jacinto García
Menocal (hijo), militar de carrera, perteneciente a la más
alta aristocracia criolla, sobrino nieto del mayor general
Mario García Menocal y verdadero caso psiquiátrico
de patología criminal, según la autorizada opinión
del profesor Francisco Lancís Sánchez(5).
El último mes de la dictadura batistiana se vería Tejeiro obligado
a abandonar con su esposa y sus dos hijos el poblado de Santa Cruz de los Pinos
y no regresar hasta el primero de enero de 1959, con la satisfacción
de haber cumplido con los más altos deberes patrios, como siempre lo
había hecho con sus deberes en la práctica social de la medicina.
Gran figura de la epidemiología
cubana
Una de las primeras tareas del gobierno revolucionario en
el campo de la salud pública fue la de dar fin a la
endemia palúdica, sin duda alguna, de los más
graves problemas conocidos del cuadro epidemiológico
del país desde el siglo XIX.
Para ello era necesario formar expertos en malariología
que se hicieran cargo de llevar a cabo tan importante trabajo
epidemiológico. Pero estos especialistas debían
ser revolucionarios probados, capaces de realizar para culminar
su labor los mayores sacrificios y el doctor Tejeiro tuvo el
alto honor de ser seleccionado, por la segunda dirección
nacional revolucionaria de salud del país, para ir a
Venezuela a formarse como uno de esos especialistas.
En la Escuela de Malariología de la hermana República
Sudamericana estuvo de enero a julio de 1960 y durante ese
tiempo recibió además cursos de un mes de duración
sobre “Organización de la erradicación
de paludismo” en la Comisión de Erradicación
de Malaria de México, México D.F. y sobre “Resistencia
de mosquitos a los insecticidas” en la Comisión
de Erradicación de Paludismo en El Salvador, San Salvador.
En los exámenes finales obtuvo Tejeiro calificación
de 100 puntos sucesivamente en las siete asignaturas oficiales,
para ser considerado no sólo el primer expediente del
curso, sino de todos los que se habían impartido en
tan prestigiosa Escuela desde su fundación en 1943.
El día de su graduación recibiría además
de su laureado título la calurosa felicitación
de uno de los malariólogos más prestigiosos de
América de todos los tiempos, el profesor Arnoldo Gabaldón,
director de la Escuela, en aquellos momentos Ministro de Salubridad
y Asistencia Social de la República de Venezuela.
De regreso a Cuba, después de recibir no pocas ofertas
para desertar, es designado responsable de Erradicación
de Paludismo, en la denominada Región ii del País,
que comprendía la provincia de Camagüey y la mitad
oriental de la de Las Villas. No obstante desarrollar una labor
agotadora desde este cargo, con resultados más que satisfactorios,
va a desempeñar otros de no menos importancia y dedicación:
Director del Centro de Higiene y Epidemiología y Subdirector
Provincial de Higiene y Epidemiología de Camagüey.
Por necesidades del desarrollo de la campaña nacional
antipalúdica, en enero de 1964 fue trasladado el doctor
Tejeiro al cargo de Subdirector Provincial de Higiene y Epidemiología
de Oriente Sur y poco después ocupó el de Director
Nacional de Erradicación de Paludismo y allí estaba
cuando se notificó el último caso de malaria
autóctono en el país en 1967 y también
en el Salón de Conferencias del Hotel Internacional
de San Salvador, El Salvador, la mañana del 9 de noviembre
de 1971, cuando el profesor Arnoldo Gabaldón, con su
autoridad reconocida internacionalmente, pidió la palabra
en sesión plenaria de la i Reunión de Directores
de Programas de Erradicación de Paludismo de las Américas
para expresar que en vista de que Cuba, como país o
república independiente, era el primero que erradicaba
la malaria en Latinoamérica, merecía una calurosa
felicitación. Puestos de pie los miembros de las delegaciones
de más de veinte países presentes ovacionaron
a los dos hombres que habían dirigido la campaña
nacional en la Isla, los doctores Ramón Martínez
Rodríguez y Arnaldo F. Tejeiro Fernández.
De esa forma se llevaba a cabo el primer reconocimiento masivo
panamericano que en el período revolucionario de nuestra
historia se hacía de un éxito de Cuba en el campo
de la salud pública. En el Informe Final de aquel histórico
evento, aprobado por unanimidad se lee como primera de veintiuna
conclusiones lo siguiente: “Expresar su satisfacción
por el hecho de que la República de Cuba ha alcanzado
la erradicación de la malaria y felicitar al Gobierno
y al Ministerio de Salud Pública de ese país
por tan importante éxito”.(1)
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